A PIE DE CALLE… desde “EL AZTECA”
- Alan Amigón
- 18 jun 2024
- 3 Min. de lectura
Tenía mucho tiempo que no recordaba la emoción de estar con amigxs viendo un partido de fútbol soccer, posiblemente el último haya sido un mundial o una final de la copa Champions League del fútbol europeo. Pero ver fútbol en vivo… siempre será diferente. Por ejemplo, el clásico de clásicos, decían en mis tiempos de chicuelo (niño), América - Chivas en el “Coloso de Santa Úrsula”, mejor conocido como el estadio Azteca.
“A las 8 p.m. no te pierdas el clásico del fútbol mexicano,
en canal Recihá… América - Chivas”
Decidí llegar en vehículo por medio de una app del celular, y pasar todo el caos de filas con vehículos a vuelta de rueda sobre una avenida. Por momentos, Tlalpan se atascó de vehículos particulares y transporte público; y yo con un poco de desesperación, me bajé y caminé aproximadamente 900 metros, en un espacio de la ciudad que se va transformando en una plaza. Ahí la “hinchada o los hinchas” de rojo con blanco, o amarillo con azul, demuestran un tipo de familia, mientras que la felicidad se observa y se oye con sonidos de tambores, cornetas y cantos bélicos que anuncian la batalla que veremos.

El estadio inició su construcción en 1962 y se inauguró en 1966, por un fondo de inversión del consejo de fútbol. Su diseño específico se le reconoce a Pedro Ramírez Vázquez y a Rafael Mijares Alcérreca. El estadio fue parte de las preparaciones para el Mundial de Fútbol del 68, año que también es recordado por la masacre de Tlatelolco o del 68, donde el Gobierno en turno masacró un movimiento de estudiantes, profesores, obreros, amas de casa, obreros, campesinos, comerciales y profesionales, que empezaba a florecer en la Zona Metropolitana del Valle de México.
Afuera del estadio, la plaza te recibe con una escultura moderna negra, que se pierde entre lo poco iluminado y que está como figura principal. Ésta es resguardada por una rejilla que la protege de las personas, al mismo tiempo que da la forma circular al espacio para que los puestos de venta que lo iluminan todo (con playeras y artículos) se ordenen. Al encontrarme con lxs amigxs rodeamos casi 180 grados a la escultura y empiezan los filtros. Debo confesar que el acceso se ha vuelto excesivo por la violencia en los estadios; pareciera que toda la fuerza policial o policíaca de la Ciudad de México estuvo ahí, pero bueno, los filtros fueron amigables, cada vez con mayor respeto… hasta que me quitaron el cinturón favorito: “¡¡Ni pex!!”
Al pisar el nido de las águilas se impone una colosal estructura de cemento y acero. El equipo de profesionistas y técnicos que trabajaron aquí fue realmente pequeño: menos de 1000 personas construyen un lugar para 83,264 personas en su máxima capacidad. Su forma y función obliga a caminar en círculos por medio de rampas hasta llegar a la cima en una zona plana, donde hay espacios para el comercio y el aseo personal. Después son las escaleras que, enmarcadas por la luz, dejan observar al final un destello sobre un césped natural que requiere agua. Aquí suena la emoción inclusive desde lo más alto. Debido la isóptica diseñada y trabajada mano a mano desde 1962, existe la posibilidad de que todo espectador pueda observar la cancha desde cualquier lugar o asiento.
El partido empezó y las personas estuvieron emocionadas; todavía faltan escaleras para llegar a mi lugar, pero ya el objeto urbano arquitectónico ha pasado a segundo término: disfruto un gran partido. 2-1 ganó el América. Ahí me di cuenta de que extraño bajar un balón de pechito, correr sobre el césped o aventarme en la arena jugando fútbol playero. Igual vi a Chicha Dios… jugando en vivo. Recordemos que en la Copa Oro del 2011 y años posteriores nos emocionó en los últimos mundiales.
Pero también reflexiono que vine a despedir al Azteca, ya que cerrará sus puertas para la gran remodelación. Promete un megaproyecto que ya fue retrasado y rechazado por la población o el poblado de Santa Úrsula, tal vez por la conciencia de que la ciudad ya no necesita megaproyectos. En YouTube o internet verán un gran proyecto que promete no despojar y ser sustentable, pero sabemos que aun el urbanismo y la arquitectura en México no están a la altura de los problemas de la ciudad actual. ¿Son buenos los megaproyectos? ¿Cuánta agua necesita un megaproyecto? ¿A quién le beneficia un megaproyecto? ¿Esta ciudad necesita megaproyectos? Son preguntas que me surgieron mientras me terminaba mi chela de $ 180 pesos, y espero en la fila del baño.
Mientras bajaba desde lo alto terminé de pensar: “el Azteca” se va por un tiempo y regresará diferente, tal vez un poco más transformado. Ojalá no se olvide que, en algún momento, Pedro Ramírez diseñó sin importar el costo del boleto: “Hay un elemento democrático, pues todos los espectadores ven con excelente isóptica”. Espero no empiece a des-democratizarse… Finalmente los tiempos de masacres cambiaron. Es hora de unos tacos, pa´ acabar el día.
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